Quien haya visto la película
“La Misión”, que desde ya recomiendo, todavía guardará en su recuerdo la
bellísima banda sonora, y su excepcional fotografía en torno a las
deslumbrantes cataratas del Iguazú. El
capitán Rodrigo de Mendoza cargando sus armas y bagajes para expiar la culpa de
su pecado, las misiones jesuíticas, y los indios guaraníes que en calidad de
testigos afrontaban la llegada de aquellos “barbudos”. Muy a mi sorpresa, resulta que, pese a todo,
una parte muy importante del ente cultural de aquellos pueblos aún sigue vivo,
y es que, no de forma minoritaria, aún es hablado el guaraní.
El guaraní es una de las
lenguas amerindias más vivas y la única oficial en un estado Sudamericano
(Paraguay). Países vecinos del mismo lo hablan también
en parte de su territorio, lo que ocurre en el Chaco boliviano (es lengua oficial de Bolivia desde el 2009), el noreste de Argentina (Corrientes, donde es lengua
oficial junto con el castellano, Misiones, Formosa, partes del Este de la Provincia del Chaco, y en puntos
aislados de Entre Ríos )
y en la ciudad de Tacuru, en el Mato Grosso brasileño. En total cuenta con
entre 5 y 8 millones de hablantes, siendo hablado por más del 90% de los
paraguayos, 27% de los cuales son monolingües en guaraní.
La época precolombina
Según investigaciones aceptadas,
aproximadamente por el año 3000 a.C. habían tres grandes grupos étnicos que
poblaban América del Sur: el de los andinos al oeste, el de los aruakos al
norte, y un tercer grupo, posiblemente más populoso, que se ha denominado
Tupí-Guaraní, con gran extensión territorial. Al parecer, los tupí-guaraníes
por esta época han venido emigrando lentamente desde América Central, hacia el
centro de América del Sur, donde se habrían establecido por mucho tiempo,
desarrollando un conjunto de lenguas muy bien estructurado, conocido hoy como
el tronco lingüístico tupí-guaraní.
Se estima que antes del inicio de la Era Cristiana
se generó un nuevo movimiento migratorio expansionista, que produjo una
escisión de este grupo que nos interesa. Por una parte, los tupíes iban hacia
el este, hasta la costa atlántica, y hacia el norte, tomando el curso del
Amazonas y sus afluentes, desarrollando la lengua tupí. Por la otra parte, el
grupo de los guaraníes se movía hacia el oeste y sudoeste, tomando la cuenca
del Río de la Plata (ríos Paraná, Paraguay y Uruguay), hablando el avañe'ẽ.
Llegan los europeos
La invasión de
europeos a América del Sur tuvo efectos devastadores en la cultura indígena. De
pronto, la milenaria civilización tupí-guaraní tuvo que enfrentarse al "descubrimiento"
y la posterior "conquista" a que fue objeto por parte de la codicia
de quienes se creían dueños del mundo. Dada su ubicación geográfica, los tupíes
quedaron al arbitrio de los portugueses y los guaraníes sometidos a los españoles.
Sin embargo,
mientras que la lengua tupí ingresó a una paulatina decadencia, en lo que hoy
es el sur y este de Brasil, el guaraní adquirió una notable fortaleza en
las zonas en las que aún hoy es hablado. Los guaraníes ofrecían sus hijas a los
españoles, como prueba de amistad, y éstos, que vinieron inicialmente sin
mujeres de España, tomaron varias esposas cada uno. Así nacieron los mestizos,
productos del linaje cruzado. Cada uno de estos mestizos aprendía el guaraní de
su madre y el español de su padre. De esta manera, la lengua guaraní empezó a
cobrar importancia, para desesperación de los conquistadores, y los guaraníes
se hacían cada vez más sedentarios al ser la agricultura la principal actividad
económica, impulsada por los visitantes.
Los mestizos
se desenvolvían mejor en guaraní, ya que era la lengua nativa de sus madres y
de la mayor parte de su parentela, y utilizaban el español sólo en los actos
protocolares con sus jefes españoles.
El idioma
guaraní, otrora exclusivamente oral, iba conociendo la escritura de manos de
los españoles, aunque lógicamente haya sido de manera muy ineficiente, ya que
se intentaba representar, mediante el alfabeto español, sonidos del guaraní que
aquél no poseía: en este sentido hubieron muchas divergencias. Pero entre los
franciscanos, y más tarde, y especialmente, entre los jesuitas, vinieron
filólogos que empezaron a moldear la escritura del guaraní, estudiando su
morfología y sintaxis, elementos mucho más enriquecedores de una lengua que la
notación de su grafía.
Resulta
fundamental la labor de las misiones jesuíticas, que educaron al pueblo guaraní
y lo ampararon de la esclavitud. Durante
160 años, lograron consolidar varios dialectos en una sola lengua general. La
enseñanza de las artes y las ciencias para los guaraníes era dada en guaraní,
siendo el latín y el español sólo materias más. También los indios
guaraníes aportaron a nuestra cultura. Dado su amplio conocimiento botánico, el guaraní ocupa hoy el tercer lugar en cuanto al origen etimológico de los nombres
científicos de las plantas, detrás del griego y del latín.
Pero tanta
difusión del conocimiento por parte de los jesuitas, a más de promover la
resistencia de los pueblos guaraníes, no fue bien vista por la corona española,
que veía amenazados sus intereses económicos por el grado de culturización que
adquirían los indígenas. Entonces, fue ordenada la expulsión de los jesuitas de
estas tierras.
Tras la independencia
El 1811 se
independiza el Paraguay, sucediéndose también por aquel entonces las distintas
independencias latinoamericanas. Los distintos gobiernos que se sucedieron en
la recién nacida República, no fueron favorables a la presencia del guaraní en
la vida oficial. La enseñanza y educación en general debía darse sólo en español,
y todos los libros, periódicos y revistas, asimismo, debían de imprimirse sólo
en español. Así el guaraní quedó relegado a la oralidad.
Sin embargo,
el guaraní sobrevivió como resultado de la fidelidad de sus hablantes que se
resignaron a acompañar a una pequeña elite gobernante. Empezaron a surgir
distintas manifestaciones en la lengua nativa desde poesía hasta teatro, y
aparece el “yopará” (mezcla con el español) que infelizmente, poco a poco irá
reemplazando al guaraní castizo.
Por fin, la Constitución Nacional paraguaya
de 1967 reconoce la existencia del guaraní, pero el idioma oficial sigue siendo
el español. Aún así, empieza lentamente una difusión oficial del idioma. Años
después algunos institutos empiezan a enseñarla con el apoyo del Ministerio de
Educación, a lo que seguiría en la enseñanza media como materias
complementarias, y los políticos de turno utilizaban por doquier –tal como hoy–
el yopará en sus campañas proselitistas.
En 1989 Paraguay sale de una larga dictadura, y la
siguiente Constitución Nacional (1992) ya reconoce al guaraní como idioma
oficial del país, en un mismo nivel que el español. Inmediatamente se implanta
su uso obligatorio en la educación escolar básica, y luego en el nivel medio,
con una educación bilingüe. El guaraní ha sido debidamente reconocido.
“Es preferible aprender un idioma nuestro, que
sea auténticamente latinoamericano, que intercambiar expresiones e ideas con ropajes
ajenos. Europa contiene decenas de idiomas oficiales hasta de
regiones cuya población no sobrepasa el millón de habitantes. ¿Por qué aquí no
se le da la atención debida al guaraní, ya que otros idiomas nativos han ido
caducando? América Latina tiene la oportunidad de dar ejemplos al mundo. Esta
atención concedida al guaraní no significa el abandono gradual del portugués o
el español en los países del Mercosur, sino una manera de dar voz a una de
nuestras raíces, la indígena, y valorizar lo propio sin ningún sentimiento de
atraso o culpa. Los países llamados “desarrollados” tendrán que aprender el
guaraní y respetar el espacio cultural latinoamericano.” Bruno Perón
Loureiro, periodista