viernes, 8 de junio de 2018

La vuelta al FMI o el fracaso de la política económica del macrismo

La decisión de pedir auxilio al Fondo Monetario Internacional es una propuesta congruente con el modelo económico de inserción internacional que impulsa el gobierno de Macri ante el fracaso sostenido de contener una corrida cambiaria. Si bien fallaron en los caminos de intervención, elegir una vuelta al fondo sólo puede comprenderse desde la propuesta de regresión a la supeditación estructural de la soberanía nacional a los mercados especulativos del mundo.  
 Las medidas que ha puesto en prueba estos días el gobierno de Mauricio Macri no han sido más que meros diques de contención que la corrida bancaria por el dólar ha ido barriendo. Es decir, no han servido para contener la subida del precio de éste. En primer lugar, la venta de reservas: más de 7500 millones desde marzo hasta la fecha (lo cual supone más de un 20% del total de reservas), medida la cual trataba de paliar el exceso de demanda de dólares, que genera la consecuente suba de su precio (puesto que cuanto más demandado es algo, más caro es). La liquidación de reservas, como medida para contener el precio del dólar, encontró su límite la semana pasada (el “jueves negro”), donde la suba de la tasa de interés de las letras del tesoro de EEUU (suba esperada y previsible), tuvo efectos multiplicados en nuestra economía. Para que se entienda, esta suba de la tasa de interés de EEUU, actúa como una “aspiradora” de dólares: las letras del tesoro yanqui (que están en dólares) me pagan un mejor retorno, ergo voy a demandar mayor cantidad de dólares para poder comprar dichas letras. Por ejemplo, inversores que tenían Lebacs, tuvieron entonces mayores incentivos para venderlas y así comprar dólares y poder comprar letras del tesoro de EEUU. Cuestión que aumentó la demanda de dólares en nuestro país y se disparó su precio (llegando a 1 dólar=23 pesos, y habiendo sido la mayor subida del dólar en nuestra economía desde la salida del cepo cambiario). En segundo lugar, no fue suficiente tampoco la suba de la tasa de interés (del 27% al 33,25% el jueves, y hasta el 40% el viernes). De la misma forma que la suba de la tasa de interés de los yanquis aumentaba la demanda de dólares, con la suba de nuestra tasa de interés se buscó aumentar la demanda de pesos (la colocación en pesos genera mayores retornos ahora), como para compensar esta previa subida de la demanda de dólares, y poder contener así la subida del precio del dólar. En tercer lugar, tampoco han servido las distintas declaraciones de los funcionarios públicos llamando a la tranquilidad, ni el ajuste de la meta de déficit fiscal (hecha también como para calmar a los mercados financieros). Hoy martes el dólar ha rozado los 24 pesos a media mañana, reflejo de la huida de los inversores de la moneda nacional para volcarse a la divisa estadounidense. Situación financiera delicadísima la nuestra, donde resalta notoriamente nuestra vulnerabilidad a los vaivenes internacionales. El gobierno hoy por hoy depende de factores externos (que no maneja ni en los más mínimamente) para saber qué pasa con el dólar. ¿Y qué tiene que ver todo esto con haberle pedido un préstamo al FMI? Precisamente es esta vuelta de los capitales financieros hacia el dólar el eje de la cuestión. La semana que viene vencen 680 mil millones de pesos en Lebacs (al tipo de cambio de hoy son 29.800 millones de dólares). Recordemos que las Lebacs, además de como para reducir la cantidad de pesos en circulación (y reducir así la inflación; menor cantidad de algo hace que este algo tienda a incrementar su valor), se utilizan como para financiar al gobierno (al fin y al cabo, son bonos que el BCRA vende al público), ¿y quién va a renovar esas Lebacs (que son en pesos) si nadie quiere pesos, nadie confía en la economía argentina (el riesgo país hoy ha subido hasta los 485 puntos básicos, récord en este gobierno), y todo el mundo está colocando sus inversiones en dólares? Yyy… ¿Entonces quién financiará a nuestro gobierno?¡El FMI! Algún defensor a ultranza de la globoludez dirá “¡y claro! ¡no nos queda otra!”, pero es que “no nos queda otra” por el fracaso de la política económica del gobierno, como recién veíamos. Al gobierno le preocupa el precio del dólar, claro está, por el impacto que tiene en la inflación 
(donde, por ejemplo, muchos alquileres son en dólares), pero también necesita dólares, en este caso, para financiar el déficit externo. Casi que no hace falta recordar la oscura experiencia que ha tenido nuestro país con susodicha institución monetaria. Pero por las dudas: la última vez que le pedimos crédito al FMI nacieron el “Blindaje” primero y el “Megacanje” luego, es decir, una serie de financiamientos que recibiríamos a cambio de implementar la Ley de Déficit Cero y otros condicionamientos económicos severos. La historia ya sabemos cómo terminó: el corralito, las jornadas del 19 y 20 de diciembre y el default de u$s 144.000 millones. No se preocupen que no sólo la tienen con nosotros, sino recordemos lo ocurrido con Rusia y, principalmente, con Brasil en el año 98… Todavía es temprano como para sacar conclusiones al respecto, pero sí podemos estar seguros de un par de cosas: 1. Endeudarse de esta manera (desesperada) es un parche (no es una deuda para fomentar un desarrollo productivo), y no soluciona los problemas estructurales de la economía argentina. 2. El financiamiento del FMI (si bien, efectivamente, como dice el gobierno, viene a tasas más bajas que la que nos podría solicitar un inversor privado), viene condicionado a que el gobierno tome determinado tipo de medidas. Se restringe la libertad de nuestro país para implementar política económica, donde los condicionamientos del FMI siempre han venido vinculados con disminución del gasto fiscal, reducción de la inflación y contracción de la oferta monetaria. Es decir, políticas de ajuste. Se dice que el gobierno va a solicitar un préstamo de unos 30mil millones de USD. ¿Es garantía esto de que el gobierno de Cambiemos va a recuperar la confianza de los mercados financieros y la confianza de los argentinos, recibiendo así la tan esperada “lluvia de inversiones” que nos permitirá solucionar los problemas profundos de nuestra economía? No. Por lo pronto no es más que garantía de endeudamiento y subyugación a una de las instituciones insignes del capitalismo global.

Emilio Sáenz

La pelota no se mancha

La selección finalmente no viajará a Israel, como estaba previsto, para disputar el próximo sábado un encuentro amistoso de preparación para el Mundial de Rusia. Las presiones políticas han terminado por hacerse eco y la AFA, tras pedido de los jugadores, ha decidido cancelar el partido.
Amantes de la polémica debemos de ser, pues no debe de haber lugar más controvertido, en este preciso momento, para jugar un partido de fútbol, como lo es Jerusalén.
Repasemos. Meses atrás el presidente estadounidense Donald Trump reavivaba el conflicto sobre la región, terminando con 70 años de supuesta neutralidad de EEUU al respecto, trasladando su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, y reconociendo a la santa ciudad como capital del Estado israelí. A imagen y semejanza, el “Chiqui” Tapia quebraba también con la tradicional neutralidad argentina cuando, hace dos semanas, decidió estrechar la mano del embajador Ilan Sztulman en Buenos Aires y sumarse a los festejos por el 70° aniversario de la creación del Estado de Israel con un partido en el Teddy Stadium, precisamente en Jerusalén.
Recordemos que Jerusalén, cuna de las principales tres religiones monoteístas, es hoy en día un territorio en disputa (una especie de Berlín de la posguerra mundial moderno), reivindicada como capital tanto por israelíes como por palestinos. Es precisamente por esto que tanto con la actitud de Trump, como con la de Tapia, saltan las alarmas, donde ambas, en mayor y menor medida, legitiman lo que para los palestinos constituye una “ocupación”. "Es como si un país decidiera mover su embajada ante el Reino Unido desde Londres a las Islas Malvinas. ¿Cómo se sentirían los argentinos? ¡Eso es legitimar una ocupación!", lamentaba un diplomático palestino en Buenos Aires a este respecto.  Para colmo, como si de un pisoteo premeditado y voraz de la memoria histórica se tratara, el partido estaba programado en el Estadio Teddy Kollek, construido hace 70 años sobre las ruinas del barrio palestino Malha, destruido durante la primera guerra palestino-israelí.
Hace 70 años, los mismos que cumple el Estado de Israel. Cómo debe de haber sido la fundación de este Estado, que para unos es fruto de una “Guerra de Liberación”, mientras que, para otros, marca el comienzo de la Nakba (Catástrofe). Lo que es seguro, es que desde aquél 14 de mayo, el Estado fundado por Ben Gurión, viene expandiéndose irrefrenablemente sobre los territorios anteriormente habitados por palestinos. Datos más recientes sobre el conflicto arrojan que, desde el año 2000 han muerto cerca de 9.500 palestinos y 1246 israelíes, según B’TSELEM (Centro de Información Israelí por los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados), lo cual denota, cuanto menos, una remarcable desproporcionalidad. Tampoco hay que ser un experto en política internacional para intuir cuál de los dos beligerantes ha contado con mayor respaldo económico y militar.
No es la primera vez (ni va a ser la última), que un Estado emplea la organización de eventos deportivos para lavarse la cara. Y sino que se lo pregunten a “la quinta que vio el mundial 78”. El fútbol, y principalmente el de selecciones, como unos de los deportes más populares de la faz de la tierra, tiene una responsabilidad política. Y en este sentido, no es veleta de nadie, debiendo de contribuir a tender puentes y no a destruirlos. Al fin y al cabo, como dijo el Diego (personaje polémico donde los haya) “la pelota... la pelota no se mancha...”.
Emilio Sáenz.

martes, 31 de marzo de 2015

Imperialismo diplomático

"La erosión de garantías de derechos humanos por parte del gobierno de Venezuela, la persecución de oponentes políticos (...) constituyen una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional"
Con éstas palabras nos sorprendía este lunes pasado el presidente estadounidense Barack Obama tras ordenar la implementación de sanciones contra varias destacadas figuras del gobierno venezolano, declarando una situación de "emergencia nacional" por el "riesgo extraordinario" que supone la situación de dicho país para la seguridad de Estados Unidos.

Las declaraciones dejan sobrecogidos tanto a detractores como a partidarios del gobierno bolivariano, donde la experiencia reciente ya nos dice que pueden éstas llegar a significar. En verdad que formamos parte de una generación acostumbrada a ver a EEUU invadir otros países con plena impunidad, y donde las voces que cuestionan la legalidad de éstos actos son acalladas. Ya ocurrió con Panamá en 1989, con Irak en la primera guerra del golfo, o más recientemente con Libia, Siria o Ucrania.

La potencia imperialista se haya en la actualidad ante dos frentes de guerra que amenazan sus intereses. Uno en medio oriente (Estado Islámico, Siria, Irak) y otro, nada más y nada menos, que con Rusia en Ucrania. ¿Y cuál es el requisito indispensable para poder librar éstas dos guerras simultáneamente?: un abastecimiento seguro y estable de petróleo. No es mera coincidencia pues, que a día de hoy Venezuela sea el país con la mayor reserva petrolera del mundo, lo cuál no deja ya dudas sobre la particular atención que la potencia norteamericana le viene prestando a dicha nación. Con un medio oriente en llamas, una Asia central con Afganistán y Pakistán, países con los que no puede contar, y una Nigeria en ruinas a punto de caer en manos del Estado Islámico, la búsqueda del oro negro coloca al país caribeño en el eje de su punto de mira.

         Paradojas de la vida, Estados Unidos utiliza los derechos humanos para injerir en determinados países, cuando ni siquiera allá son respetados. En EEUU en los últimos dos meses, la policía mató a 15 personas, la mayoría de ellos afrodescendientes o hispanos, y por el momento no hay nadie preso. Ni que hablar de las despóticas dictaduras que se siguen manteniendo  gracias a su incondicional apoyo, tales son los casos de Arabia Saudita o Guinea Ecuatorial.

         La injerencia de la potencia imperialista es algo que en nuestro  continente conocemos bien. El politólogo norteamericano Zbigniew Brzezinski (exconsejero de seguridad nacional y miembro fundador de la comisión trilateral), autor de los libros más importantes de política exterior estadounidense  de los últimos 25 años, ya decía que no hablaba de Latinoamérica en sus libros, porque a su parecer, Latinoamérica no es un problema exterior, sino que en todo caso es un problema doméstico. Pues como dijo John Kerry, actual secretario de estado norteamericano, “América Latina es nuestro patio trasero (…) tenemos que acercarnos de manera vigorosa.”

El auto-infligido hundimiento del acorazado Maine utilizado como excusa para hacer de Cuba su burdel privado, el trágico golpe de estado en Guatemala en 1954 (que un muy joven Ernesto Guevara presenció), el asesinato del Che, el derrocamiento de Salvador Allende, o la dictadura cívico-militar en la Argentina. La lista de nefastos sucesos que en nuestro continente han tenido el amparo yanqui es demasiado larga.

Sin ir más lejos, es bueno recordar que el golpe empresario militar que desalojó por unos días al por entonces presidente Hugo Chávez Frías en el año 2002 tuvo también la injerencia directa del país del norte que estacionó frente a las costas venezolanas sus naves desde dónde impartían las órdenes, que incluían el accionar de francotiradores, ocupación y quema de embajadas de países amigos de la Revolución Bolivariana.
Como dijo Simón Bolívar: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad.”

Nos cabe a todas las expresiones políticas y sociales rechazar esta agraviante injerencia en los asuntos internos venezolanos. Los problemas de los venezolanos deben ser resueltos por los venezolanos en el marco del respeto a la Constitución y el orden institucional de dicho país.

FUERA YANQUIS DE LATINOAMÉRICA, FUERA YANQUIS DE VENEZUELA