"La erosión de garantías de derechos humanos por
parte del gobierno de Venezuela, la persecución de oponentes políticos (...)
constituyen una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad
nacional"
Con éstas palabras nos sorprendía este lunes pasado el presidente
estadounidense Barack Obama tras ordenar la implementación de sanciones contra
varias destacadas figuras del gobierno venezolano, declarando una situación de
"emergencia nacional" por el "riesgo extraordinario" que
supone la situación de dicho país para la seguridad de Estados Unidos.
Las declaraciones dejan sobrecogidos tanto a detractores como a partidarios
del gobierno bolivariano, donde la experiencia reciente ya nos dice que pueden
éstas llegar a significar. En verdad que formamos parte de una generación acostumbrada
a ver a EEUU invadir otros países con plena impunidad, y donde las voces que cuestionan
la legalidad de éstos actos son acalladas. Ya ocurrió con Panamá en 1989, con
Irak en la primera guerra del golfo, o más recientemente con Libia, Siria o
Ucrania.
La potencia imperialista se haya en la actualidad ante dos frentes de
guerra que amenazan sus intereses. Uno en medio oriente (Estado Islámico,
Siria, Irak) y otro, nada más y nada menos, que con Rusia en Ucrania. ¿Y cuál
es el requisito indispensable para poder librar éstas dos guerras
simultáneamente?: un abastecimiento seguro y estable de petróleo. No es mera
coincidencia pues, que a día de hoy
Venezuela sea el país con la mayor reserva petrolera del mundo, lo cuál no
deja ya dudas sobre la particular atención que la potencia norteamericana le
viene prestando a dicha nación. Con un medio oriente en llamas, una Asia
central con Afganistán y Pakistán, países con los que no puede contar, y una
Nigeria en ruinas a punto de caer en manos del Estado Islámico, la búsqueda del
oro negro coloca al país caribeño en el eje de su punto de mira.
Paradojas de la vida, Estados Unidos utiliza los derechos
humanos para injerir en determinados países, cuando ni siquiera allá son respetados.
En EEUU en los últimos dos meses, la policía mató a 15 personas, la mayoría de
ellos afrodescendientes o hispanos, y por el momento no hay nadie preso. Ni que
hablar de las despóticas dictaduras que se siguen manteniendo gracias a su incondicional apoyo, tales son
los casos de Arabia Saudita o Guinea Ecuatorial.
La injerencia de la potencia imperialista es algo que en
nuestro continente conocemos bien. El
politólogo norteamericano Zbigniew Brzezinski (exconsejero de seguridad nacional
y miembro fundador de la comisión trilateral), autor de los libros más
importantes de política exterior estadounidense
de los últimos 25 años, ya decía que no hablaba de Latinoamérica en sus
libros, porque a su parecer, Latinoamérica
no es un problema exterior, sino que en todo caso es un problema doméstico.
Pues como dijo John Kerry, actual secretario de estado norteamericano, “América Latina es nuestro patio trasero
(…) tenemos que acercarnos de manera vigorosa.”
El auto-infligido hundimiento del acorazado Maine utilizado como excusa
para hacer de Cuba su burdel privado, el trágico golpe de estado en Guatemala
en 1954 (que un muy joven Ernesto Guevara presenció), el asesinato del Che, el
derrocamiento de Salvador Allende, o la dictadura cívico-militar en la
Argentina. La lista de nefastos sucesos que en nuestro continente han tenido el
amparo yanqui es demasiado larga.
Sin ir más lejos, es bueno recordar
que el golpe empresario militar que desalojó por unos días al por entonces
presidente Hugo Chávez Frías en el año 2002 tuvo también la injerencia directa
del país del norte que estacionó frente a las costas venezolanas sus naves
desde dónde impartían las órdenes, que incluían el accionar de francotiradores,
ocupación y quema de embajadas de países amigos de la Revolución Bolivariana.
Como dijo Simón Bolívar: “Los
Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de
miserias en nombre de la libertad.”
Nos cabe a todas las expresiones políticas y sociales
rechazar esta agraviante injerencia en los asuntos internos venezolanos. Los
problemas de los venezolanos deben ser resueltos por los venezolanos en el
marco del respeto a la Constitución y el orden institucional de dicho país.