Artículo por Mauricio Buendía (adaptado):
Hay
un hermoso bosque de araucarias argentadas, allá, en las cumbres cordilleranas
del valle de Quinquén. Y no las pintaron de plata dioses antiguos cuando
jugaban extasiados entre el viento y la nieve, sino que sus inermes ramas
fueron cubiertas de un triste manto de ceniza luego de un feroz incendio
causado por el forastero una noche cualquiera de otoño. El pueblo
mapuche defendió su frontera natural y combatió con furia hasta que el invasor
hubo de respetar a aquel pueblo que sólo deseaba vivir en paz. Otros pueblos
indígenas de América transitaron por otro derrotero, pues el invasor hispano
fue inmisericorde cuando se trató de imponer a sangre y fuego otra cultura,
otra religión, otro mundo. Porque de allá venían, desde las sombras del mar y
de la noche, ocultando sus rostros tras bruñidos yelmos: quizás por temor,
acaso por vergüenza al pensar en la bestial violación de tierra ajena para
sembrar la maldita esperma que nos abrumó de espanto, de pestes, tortura y
muerte.
A
ese día de los poderosos, otros poderosos le llaman Día de la Raza y se ríen y
congratulan entre banderolas y finas yerbas, mientras que los pueblos
originarios del continente bregan simplemente por subsistir en la pobreza, la
marginalidad y el abandono. Y son pobres en Bolivia, en México, en Guatemala,
en Brasil, en Argentina, en Ecuador, en Colombia y en Perú. Son los que
sobrevivieron a la matanza conquistadora, pues sesenta millones de hermanos
indígenas perdieron su vida durante el descubricidio de América, sin saber
desde dónde les disparaban al centro de su sosiego haciendo estallar en mil
pedazos su pasado, su presente y todos sus sueños.
A
aquel día de violencia maldita, de traición y codicia ilimitada le llamaron Día
de la Raza y le transformaron en celebración de cantos y bailes exóticos. Poco
importan las horrendas torturas a Tupac Amaru y su familia por el solo delito
de haberse levantado contra el imperio español. Poco valen los millares de
huérfanos, el coraje y la inteligencia de Leftraru en defensa del territorio
mapuche. Lo único que importa es que los ricos de hoy celebren a los ricos de
ayer en el nombre del padre, del oro y del espíritu santo. Amén.
Dueños
con historia y prehistoria, con sueños antiguos y una dignidad a toda prueba. Y
no basta con recordar su valentía en su lucha contra el conquistador, ni con la
existencia de algunas calles o centros comerciales con nombres indígenas en el
barrio alto de la capital. Tampoco con designar el 24 de junio como el día de
los pueblos indígenas, puesto que toda la legislación elaborada por el Estado
chileno desde el siglo XIX está destinada a la asimilación o integración
marginal de los pueblos originarios a la sociedad chilena. Además, claro está,
de las políticas de exterminio directo llevadas a cabo por agentes del Estado y
particulares en contra, no sólo del pueblo mapuche, sino también contra otros
pueblos como los Yámana, Kaweskar o Selknam. Es por eso que el infame Día de la
Raza, en realidad, se ha convertido en una expresión de racismo sistemático que
forma parte de la cultura chilena, como las conductas homofóbicas y machistas
de amplios sectores sociales. Es que las clases dominantes emancipadas de la
corona española a comienzos del siglo XIX impusieron una identidad chilena,
artificial y antojadiza, que denostaba lo indígena y exacerbaba lo europeo. No obstante, aunque les duela a los
aristócratas de ayer y de hoy, la inmensa mayoría de los chilenos tenemos
sangre morena y terrosa y, por lo mismo, indígena.
En este día y todos los días debemos
recuperar aquella memoria extraviada en el viento que ulula lágrimas por
masacres cometidas en el nombre de una raza supuestamente superior, pero que
también rememora la heroicidad de pueblos originarios que ofrendaron la vida
por su libertad. Y que lo siguen haciendo hoy, porque la economía de mercado se
ha convertido en el nuevo conquistador para quien los indígenas son lisa y
llanamente un obstáculo en el camino hacia el lucro y que, por lo mismo, deben
ser eliminados. Pero la porfía de los pueblos originarios es milenaria, como su
dignidad y su espíritu de lucha, por ello, el Día de la Raza debería
denominarse el Día de la Dignidad Indígena.
http://www.puntofinal.cl/554/diadelaraza.htm
http://www.puntofinal.cl/554/diadelaraza.htm