viernes, 29 de abril de 2011

¡Que Dios afeite a la reina!



1900 invitados (entre ellos nuestra querida Sofi y nuestros queridos Feli y Leti); un vestido de 400.000 dólares, pasteles por un valor total de 60.000 euros, 500.000 euros de flores, 4.600 millones de dólares perdidos por haber sido declarado día festivo, un coste total que sigue sin especificarse (nos podemos imaginar por qué); evento emitido en directo en todo el mundo, con más de 2000 millones de espectadores... Efectivamente estoy hablando de la boda del príncipe William y Kate Middleton, que al verla como salía en portada en el telediario, me ha hecho recordar una vieja canción de los Sex Pistols...

Salta a la vista que el Dios salve a la Reina –el himno inglés, el God Save the Queen–, convertido por esta panda de trepidantes kamikazes en Dios afeite a la ReinaGod Shave the Queen–, era toda una declaración de principios, por descontado que republicanos: Dios o Robespierre pongan la cabeza de los Windsor bajo una metafórica cuchilla letal. ¿Los cargos contra la Corona? Evidentes a la altura de 1977: para empezar, unas cifras de paro como para que Isabel II dejara de ejercer de ostentoso pavo real –“No hay futuro para los sueños de Inglaterra”–; para seguir, la difícil reversibilidad de una jefatura del Estado hereditaria por mandato divino –“Ella no es un ser humano”–; además, un rosario de crímenes sin precisar –“Que Dios Nuestro Señor se apiade de ella”–; por último y no menos importante, algo no exclusivo de los británico ni de las monarquías: el atontamiento de masas –“Ella y su gobierno fascista te han convertido en un imbécil”–. Hasta aquí las razones, más que nada sociopolíticas, que asistían a los Sex Pistols para solicitar la inmediata decapitación de Su Británica Majestad. Además, ya sabemos que tan imperiosa solicitud de república se dio en medio de una de esas oleadas de beatería monárquica que vienen con los ritos de paso de las dinastías reales –bautizos, bodas, entronizaciones, sepelios–. Fue en medio de la orgía de papanatismo vivida durante el jubileo de la Reina cuando aquellos grandes animadores culturales se dejaron caer por las inmediaciones de Buckinham Palace para pedir la cabeza real. Conocida la inclemente afición de la Reina en particular y de la realeza en general por el tipo de terroríficos sombreros que hacían pensar a Ninotchka en la irreversible decadencia occidental, las razones estéticas del republicanismo no son menos de tener en cuenta que las políticas. Cómo no acordarse de esas razones y de los autores del Dios afeite a la Reina en días de tanto lucimiento regio como el de hoy.


 

Fuente: Javier Eder, "¡Que Dios afeite a la reina!" - 29 Abril 2011. Artículo publicado por "Diario de Noticias de Navarra".


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