domingo, 29 de enero de 2012

Los indios del fin del mundo



Era noviembre de 1520, cuando Magallanes, atravesando el estrecho que más tarde portaría su nombre, pudo avistar por primera vez en la historia del hombre blanco el verdadero fin del mundo, la punta más austral de la Patagonia. Una porción de tierra inhóspita de altas islas montañosas y cumbres nevadas que intersectan angostos brazos de mar, y de la que constantemente emergían infinitas columnas de humo. Magallanes la bautizó con el nombre de “Tierra del Fuego”.
Apenas hubo expediciones que  volvieran adentrarse por estos confines, cuanto menos misteriosos, y los contactos con sus pobladores fueron esporádicos. El primer encuentro de yaghanes o yámanas (pronunciado shagán o shámana) con europeos fue con hombres de la flota “Nassau”, comandada por Jacques L’Hermite, hacia 1624. El saldo de 17 marineros muertos, contribuyó a acrecentar la leyenda del lugar y a ennegrecer la fama de sus pobladores, que pasaron a ser catalogados como “caníbales”.
Lo cierto es que tuvieron que pasar más de dos siglos para que una expedición se internara por la región sur de Tierra del Fuego. Así es como recién en 1830 llega a la región una expedición inglesa para realizar la cartografía. En este viaje tomaron contacto con el pueblo yámana y llevaron cuatro nativos a Inglaterra. Pese a lograr “civilizarlos”, a su vuelta a Tierra del Fuego, estos volvieron a su vida anterior.
En verdad, el pueblo yámana era un pueblo pacífico y no fue problemática la entrada en contacto con estos. Pero, a pesar de los esfuerzos perseverantes y continuos de las múltiples misiones anglicanas que ahí acudieron, sólo un pequeño número de indígenas, una cifra casi inapreciable, optó por la vía de la civilización, modificó su género de vida y se fijó definitivamente en la ciudad de Ushuaia.
“La existencia libre, independiente, errante, donde les impulsa su fantasía, con la miseria pero también con los encantos de la vida salvaje, les gusta más que la condición de sus compatriotas poseedores de buenas habitaciones o de campos cultivados, que les retienen en Ushuaia, con la vida material asegurada y menos privaciones, pero también con los cuidados cotidianos de la vida civilizada, la labor incesante y el horizonte limitado. Más de uno que había pasado un año o dos en Ushuaia y había adquirido por su trabajo y su buena conducta una pequeña habitación y un campo cultivado, ha desaparecido un buen día, dejando tras de sí sin sentimientos todo lo que poseía, para volver a seguir la vida en las piraguas.”¹
Los misioneros anglicanos trataron de protegerlos del inevitable desembarco del europeo en la región, pero no pudieron adaptarse a lo que nosotros llamamos civilización. Ellos vivían en armonía con un medio inhóspito desde hace más de 6000 años. Llevaban una vida sencilla basada en una alimentación rica en grasas, gracias al lobo marino, que les daba las calorías necesarias para vivir; en su canoa que los llevaba de un lugar a otro de caza y donde vivían por unos días; y en su refugio, que cuando era abandonado, la naturaleza misma limpiaba. Sin vestimentas, la naturaleza se encargaba de mantenerlos limpios con el agua del mar y las lluvias. Se secaban al lado de los fuertes fuegos que lograban hacer gracias a la abundancia de leña.
Llegó el europeo y con él la caza de lobos marinos, que al tomar ésta como un recurso natural inagotable, casi los extermina. No les permitió deambular con sus canoas y tuvieron que asentarse en casas y usar ropa. La vestimenta, la alimentación y la forma de vivir sedentaria y en casas les causó más problemas que beneficios. Hicieron fuertes estragos enfermedades como la gripe, el sarampión y la tuberculosis, cuya propagación se vio favorecida por el hecho de que los indígenas, al no saber lavar la ropa, vistieron prendas mojadas. Después llegaron las enfermedades venéreas, el alcohol y las peleas por el territorio. 
El fin fue muy rápido. Veamos el censo publicado por Martí Gusinde: hacia 1880 los yaghanes eran unos 3.000 (en todo el archipiélago); en junio de 1884, el Reverendo Thomas Bridges obtiene el siguiente censo de yaghanes: 273 hombres, 314 mujeres y 413 niños (1.000); en 1886 un nuevo censo del Rev. Thomas Bridges nos muestra que quedan sólo 397 yaghanes en todo el archipiélago; en 1890, alrededor de 300; en 1913, alrededor de 110; y sólo unos 50 supervivientes hacia 1929, según Miss Hamilton. Hoy día tan solo sobrevive una última representante del pueblo yámana.
El hombre blanco, sin proponérselo, acabó con los indios del fin del mundo. Aunque más bien fue el progreso quién los llevó a la extinción. El imparable avance de la civilización que, con un “adaptarse o morir” por bandera, hizo desaparecer estas formas de vida. No había espacio para ellos en el mundo moderno.
No es mi intención, en esta entrada, denunciar “otro genocidio más” llevado a cabo por el hombre blanco. De vez en cuando, viene bien liberarse un poco de esa tendencia al pesimismo que tan consustancial se está haciendo al hombre posmoderno. Esa tendencia de ver siempre lo malo y nunca lo bueno. Un profesor me ponía siempre un excelente ejemplo al respecto: “¿Nunca os habéis fijado en todo el revuelo que se monta alrededor de un accidente? ¿Acaso esta toda esa gente ayudando?, o simplemente, fijaros en las noticias que aparecen en portada de los telediarios.”
Resulta raro, incluso tendría una consideración de reaccionario, ponerse a hablar de todos los beneficios que obtuvieron los pueblos originarios de América con la llegada de Colón. Aunque supuestamente parece ser que sí se habla y se ha hablado hasta demasiado al respecto, puesto que “la versión oficial se limita a esto”. Sin embargo, a día de hoy,  lo que resulta verdaderamente atractivo es  hablar sobre las brutales matanzas que entablaron los nefastos conquistadores españoles. El capitalismo lo sabe, y lo explota.
Mi última intención es negar las barbaries genocidas en las que incurrieron los conquistadores europeos motivados por la búsqueda de la sumisión y de las múltiples riquezas que el continente les ofrecía.  El choque de culturas no se produjo de la manera ideal, y mucha de la sabiduría de los pueblos originarios se perdió. Pero al fin y al cabo, a lo largo de la historia, ¿cuántos encuentros de diferentes culturas, se han producido de manera pacífica y respetuosa? 
Por otro lado, reflexionemos un poco: ¿cuánto sabemos sobre historia precolombina?, ¿será cierta nuestra catastrofista tendencia  a pensar  que antes de que llegaran los españoles todo era paz y armonía?, ¿qué sabemos sobre Túpac Yupanqui, sobre Tlacaélel, sobre el caciquismo que ejercían los aztecas sobre los pueblos contiguos, o sobre los sacrificios humanos que realizaban? ¿Acaso no habremos empezado a dejarnos llevar por un odio irracional hacia la civilización occidental, repudiándola en todas sus formas?
La ignorancia es atrevida y nefasta. Y en nuestras sociedades, que, pese a todo lo que digan, son democráticas, “el gobierno de los necios” es cada vez más una realidad.
Y en medio de toda esta barahúnda sociológica, ahí quedaron los yámanas, apartados de la historia de la humanidad. Tan solo podremos recordarlos como los habitantes originarios de Tierra del Fuego. Seres humanos mucho más primitivos que nosotros, pero que indudablemente vivían más felices.

Bibliografía: "Ushuaia", de Carlos Pedro Vairo

Para saber más sobre los yámanas:
http://es.wikipedia.org/wiki/Yag%C3%A1n#cite_note-cristinacalderon-0

http://www.limbos.org/sur/yaman.htm 

http://www.indigenas.bioetica.org/base23.htm

http://www.alconet.com.ar/varios/mitologia/patagonia/los_yamanas.html  


 ¹ Una visita a la misión inglesa del canal Beagle; notas sobre el pasado, el presente y el porvenir de esta misión protestante

2 comentarios:

  1. Muy interesante la entrada Drome, al principio pensé que trataría sobre las barbaries que realizaron los colonos pero es muy cierto que no sabemos mas que lo que "ellos" y me refiero a las fuentes de información y Colegios, nos han querido contar sobre los pueblos Precolombinos. Todos sabemos que ejercimos la fuerza para controlar esos territorios, pero también podemos pensar que si no hubiésemos llegado no habrían avanzado hasta este punto.
    De nuevo felicitaciones sobre la entrada, muy interesante.
    Aquí te dejo el enlace a mi blog: http://unapizcadeluz.blogspot.com/ con una nueva entrada sobre lo que no vemos del cierre de Megaupload y muchos otros témas que a los "de arriba" no les interesa divulgar.

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  2. Muy buena entrada Drome. Superinteresante la historia de los indios de la Patagonia.

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