miércoles, 25 de julio de 2012

Indignados

90 páginas. 90 páginas, ocupa el decreto-ley de medidas urgentes que, el pasado jueves, el Congreso de los Diputados validó. Sin anestesias ni debate, así, de un plumazo, nos han encasquetado 90 páginas de recortes. Acción-reacción, el mismo jueves volvimos a vivir un segundo 19-J, pero esta vez en julio, y durante el cual tuvieron lugar unas de las mayores movilizaciones en tiempo.  Particularmente, creo que muy pocas veces las calles de Pamplona habían visto una movilización de la izquierda NO-abertzale de estas dimensiones.
El eterno debate y dilema moral del economista coetáneo: recortar o no recortar, ¡esa es la cuestión!  Cierto es que, a día de hoy, los efectos de los recortes han sido contraproducentes. “Lógicamente contraproducentes”, defienden importantes economistas mundiales, los cuales exasperadamente nos avisan del “autosuicidio” que estamos cometiendo. “Keynes se revuelve en su tumba”. Sin embargo, los responsables piden paciencia, alegan que “no estamos en condiciones de crecer” porque hay algo que es aún más sofocante que el paro: “la deuda”.
Hoy mismo era portada: “Cataluña pide su rescate. La Generalitat da el paso asfixiada por 42.000 millones de deuda”. Se une así a Valencia y Murcia (la costa Este completita…), y agrava aún más la desconfianza en la solvencia española. Las comunidades autónomas, probablemente una de las mayores migrañas del actual gobierno, a lo que hay que sumar cajas de ahorro,  bancos, primas de riesgo, y, al fin y al cabo, presión social. A veces, las protestas, nos dan a entender que los recortes son algo voluntario y evitable, como si lo hicieran “por joder”, pero no creo que estén las cosas como para bromear.  La burbuja económica creaba ingresos fiscales que ya no existen y el gobierno no puede gastar como en 2007 porque ya no ingresa como en 2007. Pero, “¿por qué pagar algo de lo que no somos culpables?”. A todo el mundo le gusta sentirse de los “buenos”, de los “valientes”, “justos”, “protectores de los oprimidos”, “salvadores de la patria”.  ¿Fuimos víctimas de una mala gestión? A día de hoy hay much@s indignad@s con los recortes, sin embargo, no creo recordar que en los años 2000-2007 hubiese nadie manifestándose contra el endeudamiento y el gasto (privado, España modelo de Estado neoliberal presentaba superávit entonces; la deuda viene de la caída de los ingresos) o a favor del equilibrio presupuestario. Bueno que seguramente ninguno se compró un jet particular o una mansión en el Caribe, pero ¿cuántos se compraron un segunda vivienda, un segundo vehículo o alquilaban cada verano un apartamento en Benidorm, sin preguntarse las consecuencias macroeconómicas que en un futuro tendría esta tendencia? Y si eso lo multiplicas por los 40 millones que habitan España…
“Las personas antes que la deuda, no a la tiranía de los mercados”, fue uno de los lemas del 15 M, el cual tendría toda la coherencia del mundo si los manifestantes se mostraran en contra de cualquier tipo endeudamiento. Y es que la alternativa a no tener jamás la obligación (la “tiranía”) de devolver el dinero prestado es nunca pedir un préstamo, y ¿quién está como para dejar de pedir préstamos? La vieja herramienta de incentivo al consumo de masas que tan inculcada tenemos… Los mercados no son ni buenos ni malos, son económicos, y si les debes dinero lo más lógico es que te lo pidan de vuelta.
No obstante, tampoco creo que las autoridades nos estén llevando “por el buen camino”. Los recortes no nos sacarán de la crisis y es que se está aplicando un enfoque conyuntural a un problema estructural.  Jorge Ramón Muñoz hace una excelente comparación de la situación actual de España con la Fórmula 1. Cada año, los distintos equipos participantes en el campeonato diseñan un nuevo coche con el que competirán a lo largo de toda la temporada. Sin embargo, este no tiene por qué funcionar bien a la primera, por lo que va estar sujeto a distintos ajustes que se le irán realizando. Se intenta adaptar el coche a las condiciones particulares. En el caso de España, lo que se está intentando hacer es que “un coche desfasado (nuestro modelo productivo) sea capaz de ir tan rápido (crecer) como el resto de nuestros competidores (otros países de la Eurozona) simplemente a base de hacer ligeros cambios (recortes en el gasto) pero sin cambiar el mismo modelo de coche desfasado (nuestro modelo productivo) desde los últimos ocho años”. Probablemente pospondrá la atención de los mercados, pero desengañémonos “subir los impuestos hasta unos niveles abusivos no va a hacer que el sector privado repunte, aumentar el número de alumnos por clase no va a mejorar la educación de los mismos ni va a servir para que mejoremos en los rankings de educación de la OCDE, recortar en I+D no va a hacer que nuestra economía se modernice, recortar en sanidad no va a hacer que el servicio mejore, o de la misma manera que el copago no va a hacer que se cree empleo”[1]. Y mejor no hablemos de corrupción...
Me indigno un poco con todo.




 

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