90 páginas. 90 páginas, ocupa el decreto-ley de medidas
urgentes que, el pasado jueves, el Congreso de los Diputados validó. Sin
anestesias ni debate, así, de un plumazo, nos han encasquetado 90 páginas de
recortes. Acción-reacción, el mismo jueves volvimos a vivir un segundo 19-J,
pero esta vez en julio, y durante el cual tuvieron lugar unas de las mayores
movilizaciones en tiempo. Particularmente, creo que muy pocas veces las
calles de Pamplona habían visto una movilización de la izquierda NO-abertzale
de estas dimensiones.
El eterno debate y dilema moral del economista coetáneo:
recortar o no recortar, ¡esa es la cuestión! Cierto es que, a día de hoy,
los efectos de los recortes han sido contraproducentes. “Lógicamente
contraproducentes”, defienden importantes economistas mundiales, los cuales
exasperadamente nos avisan del “autosuicidio” que estamos cometiendo. “Keynes
se revuelve en su tumba”. Sin embargo, los responsables piden paciencia, alegan
que “no estamos en condiciones de crecer” porque hay algo que es aún más sofocante
que el paro: “la deuda”.
Hoy mismo era portada: “Cataluña pide su rescate. La
Generalitat da el paso asfixiada por 42.000 millones de deuda”. Se une así a
Valencia y Murcia (la costa Este completita…), y agrava aún más la desconfianza
en la solvencia española. Las comunidades autónomas, probablemente una de las
mayores migrañas del actual gobierno, a lo que hay que sumar cajas de ahorro,
bancos, primas de riesgo, y, al fin y al cabo, presión social. A veces,
las protestas, nos dan a entender que los recortes son algo voluntario
y evitable, como si lo hicieran “por joder”, pero no creo que estén las cosas
como para bromear. La burbuja económica creaba ingresos fiscales que ya
no existen y el gobierno no puede gastar como en 2007 porque ya no ingresa como
en 2007. Pero, “¿por qué pagar algo de lo que no somos culpables?”. A todo el
mundo le gusta sentirse de los “buenos”, de los “valientes”, “justos”,
“protectores de los oprimidos”, “salvadores de la patria”. ¿Fuimos
víctimas de una mala gestión? A día de hoy hay much@s indignad@s con los
recortes, sin embargo, no creo
recordar que en los años 2000-2007 hubiese nadie manifestándose contra el
endeudamiento y el gasto (privado, España modelo de Estado neoliberal
presentaba superávit entonces; la deuda viene de la caída de los ingresos) o a
favor del equilibrio presupuestario. Bueno que seguramente ninguno se compró un
jet particular o una mansión en el Caribe, pero ¿cuántos se compraron un
segunda vivienda, un segundo vehículo o alquilaban cada verano un apartamento
en Benidorm, sin preguntarse las consecuencias macroeconómicas que en un futuro
tendría esta tendencia? Y si eso lo multiplicas por los 40 millones que habitan
España…
“Las personas antes que la deuda, no a la tiranía de los
mercados”, fue uno de los lemas del 15 M, el cual tendría toda la coherencia
del mundo si los manifestantes se mostraran en contra de cualquier tipo
endeudamiento. Y es que la alternativa a no tener jamás la obligación (la
“tiranía”) de devolver el dinero prestado es nunca pedir un préstamo, y ¿quién está como para dejar de
pedir préstamos? La vieja
herramienta de incentivo al consumo de masas que tan inculcada tenemos… Los
mercados no son ni buenos ni malos, son económicos, y si les debes dinero lo
más lógico es que te lo pidan de vuelta.
No obstante, tampoco creo que las autoridades nos estén
llevando “por el buen camino”. Los recortes no nos sacarán de la crisis y es
que se está aplicando un
enfoque conyuntural a un problema estructural. Jorge Ramón Muñoz hace
una excelente comparación de la situación actual de España con la Fórmula 1.
Cada año, los distintos equipos participantes en el campeonato diseñan un nuevo
coche con el que competirán a lo largo de toda la temporada. Sin embargo, este
no tiene por qué funcionar bien a la primera, por lo que va estar sujeto a
distintos ajustes que se le irán realizando. Se intenta adaptar el coche a las
condiciones particulares. En el caso de España, lo que se está intentando hacer
es que “un coche desfasado (nuestro modelo productivo) sea capaz de ir tan rápido (crecer)
como el resto de nuestros competidores (otros países de la Eurozona)
simplemente a base de hacer ligeros cambios (recortes en el gasto) pero sin
cambiar el mismo modelo de coche desfasado (nuestro modelo productivo) desde
los últimos ocho años”. Probablemente
pospondrá la atención de los mercados, pero desengañémonos “subir los impuestos
hasta unos niveles abusivos no va a hacer que el sector privado repunte,
aumentar el número de alumnos por clase no va a mejorar la educación de los
mismos ni va a servir para que mejoremos en los rankings de educación de la
OCDE, recortar en I+D no va a hacer que nuestra economía se modernice, recortar
en sanidad no va a hacer que el servicio mejore, o de la misma manera que el
copago no va a hacer que se cree empleo”[1]. Y mejor no hablemos de corrupción...
Me indigno un poco con todo.
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